viernes, 17 de abril de 2009

Opinión / Hugo Salazar Albán

EL SALUDO
Cuando éramos longos chiquitos, como diría "El Caucara", en el comarcano pueblo de Pujilí, porque en ese tiempo no se lo podía llamar ciudad, los abuelitos que eran más curuchupas que el Papa, nos enseñaban que hay que saludar a las personas mayores, o cuando se entra a una casa, tienda, almacén, taller, etc., a quien se encuentra allí, no solo con el clásico buenos días, tardes o noches, sino que había que decir "Alabado sea Jesucristo" i quien era así saludado debía responder: "Sin pecado concebido". Estos saludos no nos entraba en la cabezota o no querían entrar que es muy diferente, pero de todas maneras cuando el abuelo estaba presente lo decíamos con timidez, que no nos vayan a oír los compañeritos de la escuela, para que no nos caigan con burlas después. Así las cosas el saludo a los abuelos si no era como nos enseñaban en los cánones religiosos domésticos, se complementaba el "buenos días", con el "Su Merced", entonces el saludo completo era "Buenos días, tardes o noches, su Merced", pero en lo que respecta al resto de congéneres era simplemente el buenos días, tardes o noches, pero seguido de la denominación i el nombre de la persona a quien se saludaba, como por ejemplo era: "Buenos días tía Florita, Buenas tardes don Gustavo, Buenas noches señora Michita ", i así por el estilo.

Pasaron los años i las costumbres cambiaron radicalmente, tanto es así que actualmente ni a los niños de pecho se les pone pantalones cortos como en nuestro tiempo, en que aún en el primer curso del Colegio Vicente León, no faltaba algún despistado que iba a clases primeras con pantaloncito corto, pero que por las burlas de los restantes educandos, especialmente de los langarotes de la sección superior, tenían que salir corriendo a ponerse pantalón largo, pero en cuanto al saludo todavía se estilaba el estilo clásico, pero sin mencionar a Jesucristo ni a su concepción, simplemente se decía Buenos días, tardes o noches al señor ingeniero, al señor arquitecto, al doctor o al profesor, se le cedía el paso en la acera i se lo miraba con respeto.

I pasaron más años i el saludo se convirtió solamente en "Bueeenas", sin distinción de mañana, tarde o noche i peor sin mencionar el nombre, dignidad o título del saludado, porque los jóvenes decían que ya se sobreentiende que si le saludo al doctor no hay necesidad de nombrarle, porque estando presente no hay otra persona a quien dirigir el saludo. I siguieron pasando los años i ese breve i cortante saludo de una sola palabra “bueeenas”, se convirtió en el "Hola", que generalmente antes se empleaba para personas de nuestra misma edad, profesión, educación, i especialmente para los compañeritos de la escuela o colegio, de la jorga del barrio, etc. I siguieron pasando los años i ahora simplemente los menores no saludan a los mayores, ni los hombres a las mujeres, ni el que entra a casa, tienda o almacén ajeno, simplemente las nuevas generaciones se quedan mirando embobadas a los otros i es algún pariente el que le insinúa “Mijito, salude pues al doctor” i el “mijito” se limita a decir “Hola”, con una voz casi imperceptible, así se trate del obispo de la Diócesis. I mientras tanto… siguen pasando los años.

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